domingo, 3 de agosto de 2014

VENGO DE LA PRONTITUD DEL TIEMPO

VENGO DE LA PRONTITUD DEL TIEMPO
 

Vengo del reino del llanto, deseo obtener la facultad de juzgar el nuevo día.

Región de burdeles provincianos donde la montaña proyecta su sombra y el alma lombarda es albergue de dolor; donde arde sin mesura la llama de pasión y el lenguaje ávido de alzar su voz.

Los ayeres son por el olvido y su rotura,
en el rostro se hiela la sonrisa de alegría.
El recuerdo de aquellos ojos negros y su dolor pagano esculpen la tempestad de la justicia; fueron insignes proezas vertidas en frases proféticas fueron brisa del océano con lágrimas deshechas.

Un antiguo fiambre es moderno monumento, la vanidad tomó de rehén  a la gesta mundana, alabado sea el incógnito muro del lamento.

Me alejé  del tibio manantial, náufrago en el subterráneo que castiga los dispendios.

En manoteo desesperado y ofuscado  en pos de la atmósfera; asciendo a veces al sencillo promontorio y diviso el Mezcala desembocando al mar.

Un desdén primitivo, tibio, los buenos augurios los afanes y agasajos;
molestia causa siempre, la contemplación de la verdad y la esperanza de los eternos goces.

En los iracundos templos, en los mezquinos cielos y en los sombríos planetas; en los hombres probos, la edad reprendió la lascivia.

No supo discernir el panfleto a simple vista, fué beldad irónica indisoluta, membrana próxima a su ocaso y exaltado desdeño cuando fui buscando fabricar la miel.

Solamente encontré la negligencia del consorcio y el actuar avaro; me posé en el áspero peñasco, fui carnes y huesos de esmeralda y banderolas vestidas de púrpura.

Tuve alas, símbolo de la prontitud del tiempo; a veces, el deber se hace a un lado y se inclina por ilusiones. 

Rayos de la vida errante; la solidaridad nunca ha de cerrar puertas a un deseo justo; aunque arda en el primer fuego del amor.

La bondad nos hace querer soló lo que tenemos; un cielo empíreo, cielo cristalino; como echar fuego a la salud de los enfermos.

Al amor no cubre más niebla que la ceguera del engaño; hay que sentir el poder del antiguo amor, la mejilla fugazmente sonrosada y la victoria coronada de oliva.

La aflicción no permite distinguir facciones sensatas; la nieve congela y endurece el soplo de los vientos y el hielo del corazón se derrite en suspiros del agua.

En estos tiempos, las sustancias que son vigías del correr del día, del vigor terrestre, del camino recto, estacionadas  están en el umbral de su segunda edad.

La impotencia brota del interior de todos los órganos; de sus fosos insuperables;
contra las cadenas que impiden avanzar.

Con prudencia debo mirar al pasado,
para sacar recuerdos provechosos;
mirar al presente para no equivocarse 
y ver el porvenir, para evitar a tiempo el mal; buscando el bien.

La memoria y sus recuerdos; son retazos, vestigios de sensaciones; cuerpos enrarecidos, cuerpos densos; cristal forrado de estaño. 

Rayo refractado de mayor profundidad, obra del artífice del martillo; plácida naturaleza que vaga a la deriva; siendo apóstrofe de la suma verdad.

En el límite de la vida envuelta en su fisura, el azufre inclemente emana indeleble sofocando los méritos del gentil hombre, que anduvo ensoberbecido en el mal sendero.

Los emblemas hallados en los vestigios,
los amores dulces y crueles desengañados;
¡ah! ¡qué tardes apacibles!
días en primavera y noches en veranos
¡ah! ¡qué días!
cuando mis miradas convertían el agua en vino, cuando levitando cruzaba el  ancho río.

Pero aquello ya pasó; hoy vivo sumergido en las fiebres verdosas y púrpuras del umbral del occidente.


Leonel Manzano Sosa 
Preso político y de conciencia

No hay comentarios.:

Publicar un comentario