viernes, 23 de enero de 2015

LOS SIEMPRE MARGINALES.

LOS SIEMPRE MARGINALES.

 

Viviendo en el valle de los alacranes,

Vamos recogiendo la herencia los pioneros.

Bailando un último tango;

Evitando el ahogo de los sucios dineros.

Vivimos y corremos libres como el viento;

Sueño malogrado de los marginales.

En las leyes vemos mordazas estériles. Somos como siempre;

Los marginados de la cultura. Embuidos en vicios ancestrales.

Los ninguneados de la política;

Esos somos tú y yo. Humanos de a pie 

Subyugados en el marginalismo social.

Piezas del entretelón. Objetos del sopor estructural.

¿sujetos? ¡no!. No lo somos.

Hay veda permanente al marginal.

No hay información. No hay conciencia, organización y acción.

Presas perennes de la modeena enajenación,

Marionetas inertes de ignorancia política. Sufriendo mal aldeano,

El sufrimiento arcaico. Y el socavón del tradicionalismo prosaico.

La información serena y racional es ilusión óptica;

Parte de los fríos de ausencia diversos e hipnóticos.

Hoy; los ninguneados debemos aprender a criticar.

Discutir cívicamente. Y luego; ponderar. 

Es como licuar dialécticamente las salas del mar.

Nos hace demasiada falta el ciudadano alebrestado.

Ahuyentar el conformismo, paternalismo, escepticismo

Y la inseguridad y el ponderado automatismo.

¡hombre y mujer de a pie estremecidos!

Piezas recogidas del teñido polvo del camino,

Ausentes temporales del espacio vital.

Hombre y mujer de fuego. Tal vez de nieve.

¡por ti; me estremezco hasta casi perder el sentido!

¡por ti; el pulsar de estas letras es mi alarido!

¡ellos!. Sí. ¡todos ellos!

Nos tienen miedo. ¿porqué?

Porque nosotros. ¡tú! ¡yo!

Hombre y mujer comunes. No les tememos miedo.

Ellos; todos ellos. Representan el atrás 

Y tú. Ustedes. Hombre y mujer de a pie;

Representan el adelante.

Hombre y mujer común. A diario; llenamos los brazosde fervor.

A diario; ahogamos el trance del llantoo y la desolación.

Y así; aniquilamos la resolución de la barbarie.

Humanos marginales; descifremos las revolturas de escritos y cartas.

Porque somos las masas exhaustas de los pueblos.

Porque osamos escapar y emigrar del colonialismo interno.

Porque evitamos, porque toreamos la mascarada. La cáscara lógica

Del triunvirato que nos excluye de su pacto social.

A ti; a mí. Hombre y mujer de a pie.

Y al unísono;

Nos aprisiona con el cordelde sus códigos y constituciones.

Espejo empañado de su desacralada realidad social.

A ti; a mí. Los siempre marginales.

Nos lanzan al humo del síndrome del sufragio y su entelequia.

Y nos arrebatan a nuestros mejores hombres y mujeres.

Para ser sus mejores cuadros.

Just cuando tendrían que ser parte de una “clase para sí”

Vienen y nos roban cerebros y fumigan las conciencias.

¡ surjan coros marginales!

Atrapen el latir de los sentidos y subyuguen el sol d elos caminos!

¡fuerzas proletarias! ¡atrapen los coros campesinos!

Mujer y hoombre marginados. De huesos estremecidos.

Regresen ya de las ausencias temporales.

Ellos nos tienen miedo. Esos, los que son el atrás 

Producen la opresión. Resultado tangible de sus miedos.

Ellos son el atrás. Nosotros el delante.

Ellos; temen que los marginales discutamos, acordemos.

Teórica, táctica y estratégicamente.

Siempre han temido nuestro dulce andar.

El andar clarificado. A ese han de temer.

No temen el andar ambivalente.

Temen; que rebatamos al sectario, al oportunista

Y el demagogo “elocuente”.

Las hierbas de nuestros caminos;

Danzan sus odas grisáceas. Ruegos de cantos fúnebres.

Quieren que nuestro sentir estremecido;

Lo invada la peste complementaria. Cualquiera, la que sea.

Bien la oportunista. Y qué mejor; si fuera la sectaria.

Hombre y mujer comunes. Tú y yo. Otros.

Vamos andando el viejo camino;

El anduve y el detuve del devenir del tiempo nuestro.

Somos; piezas recogidas del teñido polvo del camino.

Somos; triunfadores. Soñadores del futuro y del espacio vital.

Somos; caminantes de los claroscuros del viejo camino.

¿porqué? Porque no les tenemos miedo.

Porque ellos son el atrás. Y nosotros el delante.

Porque danzamos al compás y al ritmo del caminante.



Leonel Manzano Sosa

 

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